sábado, 13 de diciembre de 2008

Lucas

No pudo tocarla. Había avanzado y navegado sobre su suave piel descubriendo lugares secretos y cálidos bajo la sábana de la seudo oscuridad. Y de repente su sangre se congeló. Aquella seudo oscuridad reveló un cuerpo frágil y tierno enrumbándose a la travesía de la excitación y del fracaso. Aquella seudo oscuridad se transformó en una luz cegadora. Lucas sintió que se había convertido en una especie de monstruo y se odió a sí mismo. Sintió que ella no era una víctima. Era algo más, pero no quiso averiguarlo. Había pasado sus días buscando abrigos fugaces y regresando a sus vacíos subterráneos. Había decidido no lastimarse nunca más. Había decidido construir una red y atrapar cuerpos tibios. Se vio desnudo e indefenso y vio ojos y miradas féminas que se multiplicaban llenas de odio, llenas de amor, llenas de desprecio, llenas de cariño. ¿Qué estoy haciendo? Se preguntó en los rincones de su mente. Sus temores se reflejaron en abrazos y delicados besos. Ella no entendía nada. Solo pensaba en huir.

Cuando Beatriz conoció a Lucas pensó que era un tipo interesante. Unos amigos se lo presentaron al encontrarlo paseando solo por la Plaza de Armas. Él se quedó un buen rato con ellos y ella recuerda con claridad que él la llamó malcriada y además le dijo que nunca iba a conseguir nada con esa actitud. Y es que Bea era una chica huraña o al menos esa fue la impresión que le causó a Lucas. No aguantaba bromas y sus respuestas lo molestaban mucho más. Era, de vez en cuando, más sarcástica que él. Y es que cuando te topas con alguien que posee los mismos mecanismos defensivos, la impresión ya no es la misma. O terminas airado o terminas intrigado. Y la intriga te conduce por caminos impredecibles. Los caminos que Beatriz recorrió.

Lucas cantaba covers en una banda de rock y todos los viernes por la noche se presentaba en el bar cultural Next Drink. Había pasado ya casi un año y se sorprendió al ver a Bea en una de las mesas. Sus ojos color miel, su cabello negro y su tez morena siempre hacían una buena combinación. Y sus mejillas de ardilla eran una provocación para saludarla. Mas no la saludó hasta terminado el show. Luego se acercó, se sentó a su lado, probó su mejilla con sus labios y la abrazó. Ella dejó caer su cabeza sobre su pecho y lo cubrió con su pelo. Se abrigó en él como si lo hubiese necesitado desde que lo conoció.

Lucas piensa que el tiempo juega bromas. Piensa que el tiempo te lleva a lugares y momentos ilusorios. Aquellos lugares y momentos que jamás crees que puedan existir, pero que existen por las vueltas que da este perverso esferoide. Piensa que algunas veces llegan en instantes. Y se van. O se quedan. Piensa que se van cuando el sueño ya se dejó de soñar. Y piensa que se quedan cuando el sueño aún perdura. Aún así, es ilusorio, dice.

Tan ilusorio como aquella noche en el hotel.

En la cama los dos yacen desnudos mirándose. Los dos tienen miedo, pero son miedos diferentes. Ambos se gustaron en el pasado y para Lucas fue una ficción. Ahora se encuentran en el presente y él quiere creer que debe seguir siendo una ficción. Por un momento, se niega a creer en eso y cae por el abismo que él mismo ha creado. Ella no cree que sea una ficción, pero también cae por el mismo abismo. Se aferra a él. Lo siente. Se enamora. Se culpa. Se hunde. Ya es tarde y debe marcharse.

En el taxi, llora. Sus lágrimas le duelen. Y sus dedos caen sobre el celular: “No estoy bien… Y fácil yo soy la única que tiene la culpa (por llegar hasta ahí). Pero de verdad no quería solo eso… ¡Adiós! Ya no me quedan muchas ganas de verte.”

Lucas quería decirle que no se despida. Que podía ser la mujer que cambiaría su vida. Pero no lo hizo por miedo. No lo hizo por cobardía.

Jamás la volvió a ver.


(resplandor - Homicida del silencio 30 de nov.)

Lucas

"Déjame vivir este sueño, el mejor que he tenido... quién sabrá el valor de tus deseos, quién sabrá?" Es una de las canciones de Soda Stereo que coreé junto a uno de mis mejores amigos, esos que conoces sin saber, Gabo. Si no me equivoco fue un 9 de diciembre de 2007 en el Estadio Nacional de Lima. Vinieron muchos temas. Agitados, saltando y cantando junto a miles de fans que formaban una única masa humana. Yo lloré sin vergüenza, sin temor a ser visto por nadie; es que cuando hay una multitud a tu alredor, ninguno sabe que existes.

Pero me perdí muchas tocadas. El tiempo, el trabajo, el dinero, entre otras cosas, impiden acercarse a los ídolos que construiste en algún momento de tu vida. Aquellos que dicen lo que tú no puedes; que cantan lo que tú un día quisiste cantar. Aquellos a los que nadie juzga de locos por revelar lo que tienen en sus huesos. Entre ellos, Paez y Calamaro. No pude cantar junto al primero, "... si alguna vez me cruzas por la calle, regálame tu beso y no te aflijas; si ves que estoy pensando en otra cosa, no es nada malo, es que pasó una brisa; la brisa de la muerte enamorada, que ronda como un ángel asesino; mas no te asustes, siempre se me pasa; es solo la intuición de mi destino". O reflejarne en cadáver exqusito, "... mi vida gira en contradicción, jamás conquisté mi corazón; mas dónde estaba cuando pasó lo que pasó, hablándome al espejo, solo". Y de Calamaro cantar, "Ella dijo ´que te vaya bien´, y le dije ´buena suerte y hasta luego´; y nunca más la volveré a ver, o tal vez sea en algún tiempo". O quizás, "... te quiero, te llevaste la cabeza y me dejaste el sombrero; te quiero, pero te olvidaste abril en el ropero, pero igual te quiero; no me gusta esperar, pero igual te espero; primero, te quiero, igual...". No, no pude cantar; ni con Fito, ni con Andrés. Ni siquiera sé si estuvieron incluidas en su repertorio. Y hace tan solo unos días, el 14 de noviembre, la banda escocesa Travis llegó a Lima junto a REM. Hubiese querido evocar, "Everyday in everyway I´m falling...".

Ahora, quisiera que nadie me juegue una broma de mal gusto. Que nadie me diga que no hay pase en la carretera por la poca materia gris que tienen nuestras autoridades... Nunca pude encontrarme con ellos en Lima. Las pocas veces que llegaron siempre estuve en un tiempo y en un lugar inadecuado. Lucybell. Sí, Lucybell llega a Trujillo. Esta banda chilena opaca el pensamiento antagónico que existe entre ambos países. Y es que en la música, para mí, no existe. La música es universal. Combinación de Lucy y belle. Lucy belle, nombre de la hija de Robin Guthrie y Liz Fraser; guitarrista y cantante, respectivamente, del grupo Cocteau Twins. Los chilenos, admiradores de esta banda escocesa, adoptaron este nombre. Este 13 de diciembre, quiero soñar que podré rasgar mi garganta e inflar mis pulmones para decir, "Sería tan fácil siendo lluvia, solo un roce y tendría que caer... siempre he estado vivo, al menos cuando he logrado llegar, a ver el sabor que dejó el temor de tener que olvidar". O aceptar de una vez por todas, "... quién puede ser la víctima sin ser victimario, secreto calvario... ". Y así, "... mi corazón sin odio y late, mi corazón filtra sangre, mi corazón bombea al viento, todo en calma". Y es probable que mis ojos se escurran cuando suene aquella canción que te dediqué alguna vez, "... al fin creeré que puedes controlar tu paz, seguro que al fin creeré, creeré que puedes salvarme; sonrié, puedes ser mi alma, sonríeme... seguro que tú puedes ser mi alma, calma... al final de mil caminos siempre habrá desvíos; al final de mil caminos, decido, te sigo...". Al final, al final de nuestros caminos, desearía que no hayan más desvíos, "ojos del silencio".

(al final - Homicida del silencio / 18 de nov.)

Es 10 de diciembre y me entero de la postergación del Primer Festival Indie Rock 2008 en Trujillo. No veré a Lucybell. Ya tengo mi entrada en la zona "Mil Caminos"; y además ya he escuchado mil veces sus últimos discos: "Lúmina" y "Comiendo fuego". Siento que es como una señal de mis eternas postergaciones. De mis ansias insatisfechas. Del fuego que se extingue. De las manos que me sueltan. De tu boca que se cierra. Del final del camino...

Lucas

No tengo ganas de salir. He amanecido con una sensación de encapsularme en esta guarida que tengo. Tal vez a quedarme a dormir un poco más o a escuchar música o a leer un libro. El libro de Joseph Conrad, quizás, Corazón de tinieblas, que lo tengo por acá; en el que se basaron para hacer la película Apocalipsis Now. Es que vivo en el cuarto piso de un edificio decadente y me da pereza bajar, creo. Antes vivía en el tercer piso. Además los pasillos al bajar son fríos…, escalinatas de puro cemento y barandas de fierro. Y al salir al exterior tengo que saludar a unas ratas que generalmente están allí por la basura que se acumula en un cuartito que está preparado para arrojarla desde arriba. Huele mal al salir. Bueno, de una u otra manera Fonavi II es una de las mejores zonas aquí, dicen. Imagínate, un costeño viviendo en la sierra, disque por trabajo pero más fue por otras cosas. ¡Carajo!, cómo me gustaría ver la vida como esa familia de campesinos que están afuera sentados en el césped, bajo un árbol. Tienen como cuatro hijos y parece que no les preocupa nada de la vida, parece una locura. Quizás sea porque no sienten la necesidad de proyectarse. No sé. De tener algo más. De ir más allá. No tienen la necesidad, esa necesidad que nos vende la comunicación o los medios; de tener un hogar con la cocina último modelo, un carro; de tener la tranquilidad que te da el dinero, de tener la tranquilidad que te da la estabilidad – ¿y desde cuándo aquello nos da tranquilidad? Qué mierda, para ellos tal vez la vida sea follar, comer, dormir, defecar... Si vienen los hijos, que vengan, pero bueno, vienen, irresponsablemente... - ¿y cuán responsables somos los llamados civilizados, verdad? Al menos no se ven cagados por huevadas existenciales, tal vez estén cagados por huevadas materiales pero básicas, solo para sobrevivir. Uno de los niñitos que ya camina, tendrá tres años, lleva un pantaloncito de lana y se le ve el culo. No tiene calzoncillos. Lleva una manzana a la boca y no está muy limpia que digamos. Usa unos llanquecitos. La mamá todavía está dando de lactar a uno. El papá está tirado, reposando. Quizás después de una jornada de labor o no sé; aunque más parece afectado por el alcohol, con resaca. ¡Qué loco!... Yo me voy a mi trabajo. Y con estas ganas que tengo, creo que no va a ser un buen día. No es un buen día para no tener ganas. Es un buen día, porque hace sol, para ir a caminar. Eso. Me gustaría ir a caminar. A caminar por el campo y sentarme en la hierba y olerla profundamente; y ver el cielo con las nubes blancas antes de que oscurezcan, para sentir que los días no solamente son oscuros y con lluvia – aunque me gusta la lluvia. Pero de vez en cuando hay que sentir que los días son cálidos y con bastante luz y con el sonido, de repente, de las aves. Aquí en la ciudad ya no se escuchan las aves. Solo escucho carros, y ruidos y cláxones, y eso. Definitivamente es un buen día para salir a caminar.

(wasting time - Homicida del silencio / 13 de nov.)

¿quién eres?

¿Por qué ya no puedo retroceder? O ¿Por qué ya no puedes retroceder?

No lo sé. Le dijo Lucas a Alberto mientras colocaba un cigarrillo entre sus labios dispuesto a encenderlo. Al parecer la pregunta lo distrajo de su tarea y tomó el cigarrillo entre sus dedos para intentar construir una respuesta. Luego le dijo. A mí me da miedo avanzar. Al final es la misma huevada. No sé. A veces creo que estoy parado en un solo punto. Mira, retroceder creo que implica ir hacia el pasado, ¿verdad? Tratar de reconquistar las cosas que dejaste en el camino: la antigua flaca, si te peleaste con tus padres tratar de reconciliarte, si tienes hijos intentar ser un buen padre y otra vez buscarlos, si ofendiste a alguien, disculparte. No sé. ¿A eso te refieres?

Alberto le dijo, creo que sí. Retroceder, o sea, dejar lo que estoy haciendo ahora, mejor dejarlo ahí y buscar lo que antes…, o lo que creo que antes formé y abandoné. Pero tú ahora me dices que te da miedo avanzar y yo te pregunto cuál es la diferencia.

Mira, yo te dije que me da miedo avanzar, y te dije también que creo que es la misma huevada…Lo que pasa es que tú retrocedes sabiendo lo que más o menos tienes. Si crees que tuviste algo significativo con alguien tienes que intentar buscarla y tratar de empezar otra vez esa vida que una vez dejaste. Si tienes deudas pendientes en el pasado; con tus padres, con tus amigos, con lo que sea; debes buscar esas respuestas. Si crees que puedes hacerlo, bien. Si crees que puedes hacerlo para que no vuelvas a caer en las mismas pesadillas y para que no defraudes otra vez a esa persona o a esas personas, bien. Creo que si puedes retroceder… Yo te digo que tengo miedo avanzar y siento que estoy parado en un solo punto. Y avanzar, como digo que es la misma huevada…, creo que…, es que no sabes qué te va a deparar el futuro y entonces por eso me quedo parado en el mismo lugar. No quiero tener esperanzas, no quiero creer en que voy a ser feliz, y no quiero creer en que todas las cosas se van a solucionar. En que voy a ser una persona que voy a lograr lo que siempre he querido o que voy a concretar mis sueños. A veces siento que no puedo creer en eso ya. Entonces tal vez prefiera quedarme en un solo lugar, o sea esperar a que las cosas vengan a mí y tomarlas como vengan. A las finales sé que eso me va a cagar la vida también, y va a cagar la vida de otras personas, también. Imagínate que llegue alguien que carezca de significado…, alguien…, y que yo solo me deje llevar. Finalmente voy a terminar cagando a esa persona, no sé si me importaría, pero yo ya no quiero sufrir más. No sé. Si piensas que soy un pendejo, si piensas que soy superficial, si piensas que soy una piedra o un decepcionado de la vida, piénsalo; pero yo, yo siento que no puedo avanzar, ni retroceder. Quisiera avanzar, claro, quisiera encontrar a alguien que me ayude a avanzar, pero por ahí aparece la mierda psicológica que dice que no puedo esperar a que otro venga y me dé la mano y me ayude a avanzar. Dice que soy yo el que debo avanzar. Eso quiere decir entonces que..., quiere decir entonces que… hay que conocerse a sí mismo primero, luego avanzar. Tal vez sea eso. Tal vez sea eso realmente. Yo no sé, como dice Bersuit: ¡quién robo mis años! Es sencillamente que no estás satisfecho con lo que eres, y si no estás satisfecho con lo que eres es porque no sabes quién eres, y si no sabes quién eres, estás cagado. Entonces, ese hecho de no saber quién eres te hace querer buscar muchas cosas. Pero ese buscar no significa que estás avanzando, significa que estás yendo al mismo lugar de siempre; o sea que estás dando vueltas y vueltas y vueltas. Dejaste muchas cosas atrás, que es lo que tú quieres hacer…, tú quieres recuperar lo que dejaste atrás porque probablemente lo que dejaste atrás sea aquello que te va a convertir en esa persona con un sentido. Probablemente lo que dejaste atrás es lo que te va a hacer encontrarte a ti mismo. Yo creo que sí, creo que en el pasado nos encontramos, pero el problema es que no queremos regresar al pasado. Tenemos miedo de hacerlo. Tenemos miedo porque nos vamos a enfrentar a cosas que no queremos… no sé, nos hacen recordar cosas, pero creo que allí está la clave. No nos vamos a poder encontrar en el futuro, creo que ese es el problema. Yo creo que me puedo encontrar a mí mismo en este mismo punto en donde estoy, de repente en el presente. Tan solamente, si esa chica me hiciera caso, ¿dices no? O si de repente tuviera más dinero, o si de repente no fuera como soy, o si de repente fuera diferente físicamente me sentiría mejor, si tuviera más amigos, si tuviera otros padres, si viviera en otra ciudad, en otro contexto, si de repente hubiera nacido en un lugar que no hubiera sido este puto país. Te das cuenta. O sea siempre estamos descontentos de lo que tenemos. ¿Por qué? Porque no sabemos quiénes somos, porque no nos gustó nacer en este país, porque creemos que somos unos fracasados, porque no tenemos dinero, porque si no tenemos a la chica comprensiva y linda somos unos perdedores. Creemos que el hecho de encontrarse a sí mismo es que todo esté bien, pero puede ser que no. En realidad creo que el encontrarse a sí mismo es una cuestión de…, es una cuestión de sufrirla a veces; de vivirla, de caerse un rato y de levantarse y decir puta madre me he podido levantar. Y está bien que haya nacido en este país, y está bien de repente que no tenga todo el dinero del mundo, está bien de repente que no sea tan atractivo como otros, está bien que de repente me sienta solo a veces; pero eso te va a hacer, no sé, que seas único, tal vez. Ojalá pueda pensar como tú. ¿Por qué no puedo retroceder? Sí, de repente ir un poco atrás para encontrarme. De repente no me voy a poder encontrar en este punto en donde estoy. ¿Y si avanzo? Es que no puedo avanzar si no me encuentro. Es como sentir que no puedes avanzar porque, porque no tienes combustible, ¿no? Es como si fueras una especie de máquina que te quedaste parado porque no tienes combustible, pero tampoco puedes retroceder ¿no? Sin combustible tampoco puedes retroceder. A veces queremos que alguien nos proporcione un poco de combustible. De repente tal vez si hay alguien, no sé dónde. A veces la espero. Y quisiera creer que ese combustible es el amor, o la esperanza. O no sé qué mierda puede ser pero hay algo que debe impulsarnos. Debe haber una energía que nos impulse para vivir, una energía que nos impulse para avanzar, para retroceder, para tratar de ser mejor, para encontrarse en el pasado o avanzar hacia el futuro, pero sintiendo que puede ser algo más. Puta madre son tantas palabras y a veces ya no sabes que son. Ojalá sirvan, de algo.

Lucas colocó el cigarrillo de vuelta entre sus labios y lo encendió. Golpeó fuerte y luego exhaló una gran bocanada de humo. Los dos caminaron y se perdieron en la perspectiva; uno retrocedía, y el otro no avanzaba.

(la casa del minotauro - Homicida del silencio / 11 de nov.)

Alberto

Ya cayó la noche. Luego de pasear un rato, o mejor dicho de dar vueltas, descanso no sé porque motivo en el piso pavimentado que da a la parte trasera del auditorio. Mis pies reposan en el pasto y éste está húmedo. Contemplo el cielo nublado y negro y solo diviso veintisiete estrellas a las que he contado dos veces, tal vez para convencerme de que he capturado a las que no se ocultan de mí. Reflexiono. Creo que es probable que necesite solo a una de ellas para cambiar mi destino a partir de esta noche.

Siento a mis pies helados. Seguro que es por tenerlos mucho tiempo en el pasto y no porque de niño no me dieran cariño -alguna vez alguien me dijo eso. También siento que mi alma está triste, para variar, otra vez; y aunque ya es una sensación familiar, me pregunto qué hice mal. ¿Realmente soy tan bajo para sentir que la carga es tan pesada? Carajo. Ni siquiera pedí venir. Me refiero a existir. Bueno, nadie pide nacer, nacemos y ya. A veces creo que la felicidad no es otra cosa que la tranquilidad de la muerte.

En seguida pienso que es posible que la tristeza sea solo un poco de frustración. Exhalo. Claro, me doy cuenta que las segundas oportunidades se alejan de mí, y mi único reflejo es quedarme estático a bordo de una nave invisible que se dirige irremediablemente a un destino al que nunca quise ir. Esa frustración de ser aquella persona que soy y que nunca pensé en ser. Estar convencido de que debo abortar cualquier proyecto que suponga mi bienestar porque suena muy egoísta, y que debo dejarme llevar por el pasado sin protestar para no lastimar a nadie más… Después de todo, parece que el cielo nublado y negro con sus veintisiete estrellas va a permanecer igual.

(telaraña - Homicida del silencio / 6 de nov.)

Acerca del título de este blog

Tengo una teoría. La teoría del cansancio. Ésta sostiene que el hombre no puede luchar por todo aquello que desea, especialmente en el amor. La naturaleza dominará sus ímpetus y éste aplacado terminará aceptando lo que ella irónicamente le ofrece... Aunque podríamos aplicar esta teoría a todos aquellos aspectos que le conciernen al hombre y a su existencia como por ejemplo las promesas políticas, la miseria y el hambre, las promesas de un mejor lugar basadas en la religión, etc.; yo prefiero quedarme con el amor porque lo único que veo hasta ahora en mi entorno es a personas agotadas y sumergidas en proyectos sin sentido, incluyéndome. Hombres y mujeres lastimándose, mintiéndose, fingiendo, jugando, justo a eso, a "vivir el amor". Los amigos que conozco y sus relaciones patéticas. Los viejos que conozco y sus mentiras de que todo lo pasado fue mejor. ¿Qué fue mejor? Acostumbrarse a alguien. Envejecer con alguien. Es lo mismo ahora. ¿O no? Con alguien tenemos que envejecer. ¿O estar solos es mejor? ¿Y es que acaso quedarse solos no es rendirse también? ¿No es terminar cansado, igual? ¿Quién te asegura que ese alguien que está contigo no se va a ir mañana? ¿Quién te asegura que si se queda a tu lado no se cansará de ti algún día? ¿Quién te asegura que tú no te cansarás algún día? Y a pesar de que los dos estén cansados de sus vidas, tengan que vivir así y fingir "el amor" porque está la sociedad, o está la confianza de la familia, o está el cura que los casó, o están tus promesas, o están los hijos. ¿Y qué dices? Dices que los años te han enseñado a madurar. Que ahora puedes aceptar esas cosas porque ya viviste lo suficiente. Que hay que asentar cabeza. Y en el fondo lo único que haces es convencerte cada día de que así son las cosas. De que así son las cosas. De que así son las cosas... Que así son las cosas... Y qué le puedes hacer...


la senda del cansancio (Homicida del silencio - 12/07/07)

hemos bailado la danza de los muertos
regocijándonos con risas cadavéricas

hemos dejado nuestras tumbas
para medir nuestras largas cabelleras raídas

hemos unido nuestros huesos húmeros
inventando pieles que se llevó el tiempo

hemos rogado por volver a tener lágrimas
para humedecer nuestros pómulos

hemos buscado perdón
rasgando las astillas del lecho mortuorio

hemos dejado nuestras tumbas
para buscar otra posibilidad de morir

Lucas

Hay personas que desaparecen sin más. Lo deciden en alguna oportunidad que se les presenta y enrumban. Yo, quiero desaparecer hoy y aparecer mañana. No suena coherente. Hay ocasiones en la vida en las que debes marcharte. No sé. Cuando incomodas con tu presencia, cuando te echan de algún lugar, cuando no te quieren, cuando ya se hizo tarde, cuando ya se acabó el día, cuando simplemente tienes que dar la vuelta y largarte. Suena extraño pero siempre lo hacemos, siempre nos vamos; siempre vamos a aquel lugar fijo y seguro al que llamamos casa, al que llamamos hogar, o por último, habitación. Creo que yo no las tengo. Creo que tengo un rincón. O tal vez un refugio. Eso. Casa no tengo, ni hogar. Verás que ahora ya no puedo regresar, o sea debo desaparecer. Eso es lo que da pena, partir y no volver; todos los días nos vamos y volvemos, lo triste es alejarse y alejarse y perderse y perderse y no encontrar el camino de vuelta, o en todo caso, ya no querer encontrarlo. ¿Te das cuenta? Todos regresamos cuando vamos a casa. Yo siento que no la tengo. La perdí porque nunca la tuve o quizás desde niño nunca quise tenerla. Y no puedes regresar a aquello que nunca tuviste. Simple. Es rara la sensación de no pertenecer geográficamente a ningún punto, pero es más extraña la sensación de no pertenecer espiritualmente a ningún lado. Terminas sintiéndote un vagabundo, un mendigo, un indigente, casi arañando aquella realidad de no sentirte un ser humano. Y es que termina el día y llegas a un rincón que no te pertenece. Yo lo sé. Y a pesar que quiera a aquel refugio por las pequeñas historias que al final del día allí se convierten en recuerdos, sé que algún día o noche tendré que emigrar a otro espacio igual o peor o mejor, pero con sus perennes u ocasionales vacíos. Y es que no existe la palabra casa. Y es que no existe la palabra hogar. No existe una cueva perenne. No existe una compañía perpetua. Ni un perro. Ni siquiera una sonrisa que otorgue esperanza. Así pasan mis días. Así pasa mi corta estadía. Y sobre todo los domingos. Sí. Por eso los aborrezco, porque son los días más intensos en los que debo recordar, como una maldición o castigo de los dioses, que no soy nada ni nadie, que los adverbios de lugar no existen para mí porque estoy y no estoy. Solo soy pasos que recorren tu ciudad, que la rodean, que ascienden por tu calle pero saben que descienden. En el fondo sé que se desplazan incansablemente porque buscan una razón para detenerse. Buscan una razón para descansar. Buscan un hogar. Buscan la tierra de un mejor lugar.

(la tierra de un mejor lugar - Homicida del silencio / 2 de nov.)